La comunicación con nuestros hijos debe adaptarse a cada etapa evolutiva, porque cuando hablamos de relacionarnos con personas con las que estamos vinculados afectivamente, no hay vencedores ni vencidos, sino que o ambos ganan o ambos pierden y una de las claves está en comunicarnos de manera inteligente.
Durante la adolescencia de nuestros hijos, nos enfrentamos a nuevas reglas del juego, mantenernos firmes frente a las normas y los valores y a su vez flexibles ante un hijo que se transforma en joven es todo un reto.
A menudo, establecer una relación de iguales con nuestros hijos, hace que ganemos un cómplice, un amigo, pero en la reciprocidad perdemos ejercer una autoridad que ayuda a los hijos a tener referentes claros de los que se pueden fiar.
Durante la adolescencia los hijos siguen dependiendo de los padres, pese a que se diferencian de ellos en la construcción de una identidad como jóvenes.
Conocer y aplicar las estrategias necesarias para acompañar como padres a nuestros hijos en este momento de su ciclo vital, puede ayudar a hacer que el viaje sea más agradable y enriquecedor.
Para no caer en la trampa de las buenas intenciones, hace falta actuar de manera que facilitemos una relación en dónde todos ganéis. Te planteamos cinco situaciones cotidianas que suelen ser demandas recurrentes en consulta, en dónde poder actuar de manera estratégica facilitará vuestra relación.
Tipos de chantages
Pedir a un hijo un comportamiento determinado, no es lo mismo que pedirle que se sienta de tal o cual manera. El amor, la felicidad, el deseo solo pueden ser espontáneos. Imponer a alguien que sea agradable, amoroso, feliz, o que esté motivado es intentar realizar algo que es involuntario e incontrolable, con lo cual pierde espontaneidad.
Así pues, pedir a un hijo que estudie porque es su deber (que no hace falta que le guste), que se comporte con educación (pese a que esté enfadado) o que ordene su habitación (sin ganas), son ordenes claras que evitan sentimientos de culpa, incapacidad o tristeza por no poder cumplir la demanda y evitan la comunicación paradójica de ser espontáneo.
Preguntemos antes de sentenciar. Afirmar un estado de ánimo podría generarlo, así pues asentir: –“Me parece que estás enfadado, ¿me equivoco?” Permite al otro seguir siendo dueño de sus propias emociones y a su vez, a ti te permite entender mejor lo que está pasando.
Ésta expresión, formulada como una gentileza, puede generar una descalificación sutil, una sentencia que deja en deuda al otro “lo hago por ti, porque te quiero” y que le hace sentir incapaz por su falta de habilidad “lo hago por ti porque no eres bueno en ésto”.
Hiperproteger tiene consecuencias nefastas en la autoestima de nuestros hijos, el antídoto es dejar que tengan experiencias que puedan ir gestionando por si solos, solo así podrán poner a prueba sus propios recursos y ésto les permitirá seguir traspasando sus propios límites para seguir creciendo en capacidad, competencias y autoestima.
Cuando los padres se muestran muy autoritarios, podemos encontrar rechazo y rebeldía por parte de los hijos en la adolescencia, que acaban adoptando posturas radicales opuestas que no son otra cosa que la otra cara de la moneda. Los hijos empiezan a reivindicar con estas conductas su libertad y autonomía. Evitar las moralinas, ayuda a apagar el deseo de trasgredir las normas.
Sermonear genera una relación de co-dependencia, en dónde rebelarse contra el que impone, es la única posibilidad pese a que se esté de acuerdo con el fondo del mensaje. Utilizar mecanismos que inducen a nuestros hijos a la rebelión es muy útil, decirles que algo es demasiado complicado para que ellos lo consigan o que ellos son demasiado inmaduros para asumirlo, genera el deseo de rebelarse y demostrar que son capaces: es lo que llamamos la generación de una rebelión terapéutica.
Cuando haces algo por un hijo sin que te lo haya pedido y luego le reclamas su gratitud, le haces sentir doblemente culpable: por un lado por haberte obligado a hacer algo que le correspondía a él y por el otro por haberse mostrado descortés ante tanta amabilidad por tu parte.
Este “altruismo insano” deja el otro de nuevo en situación de deuda no solicitada. La comunicación que genera culpa puede adquirir muchos otros formatos: -”Todo es tu culpa”, – “Mira lo que me has hecho hacer”, -”No me hiciste caso y, ves…”, -”Te lo dije”, o la más cruel… la reprobación: –”Si, está bien, pero podrías haberlo hecho mucho mejor con un poco de esfuerzo”, con la cual consigues no solo hacer sentir a tu hijo que no está a la altura, sino que también le haces sentir que nunca llegará a ser suficiente.
Durante la adolescencia los hijos siguen dependiendo de los padres, pese a que se diferencian de ellos en la construcción de una identidad como jóvenes. Conocer y aplicar las estrategias necesarias para acompañar como padres a nuestros hijos en este momento de su ciclo vital, puede ayudar a hacer que el viaje sea más agradable y enriquecedor.
¿Necesitáis ayuda para comunicaros mejor con vuestro hijo adolescente?
Os ayudo dándoos pautas eficaces pera mejorar la comunicación.
Acerca de mi
Soy Maribel de Maya, y mi vocación es ayudar y acompañar a personas, organizaciones o grupos a generar o recuperar y mantener el bienestar con el modelo de la Terapia Breve Estratégica.
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